Dios nos hizo territorio

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Artículo de Benita Simón Mendoza, Catalizadora de Lausana para el Cuidado de la Creación
Benita Simón Mendoza es una mujer maya kaqchikel de Guatemala. Trabaja localmente en temas de restauración medioambiental y se ha unido recientemente al equipo de Lausana de catalizadores del cuidado de la creación.

A menudo solemos hacer una distinción de lo que somos, con el lugar en que vivimos y nos relacionamos, como si el territorio que habitamos no influyera en nosotros de manera directa. Incluso desde nuestra fe cristiana, solemos reconocernos como los mayordomos de la creación, y claro, esta valiosa afirmación, en algunos momentos nos ha llevado a otras suposiciones que nos colocan en superioridad de los otros seres que Dios ha creado.

Es decir, por ser mayordomos de la creación a veces creemos que el estado futuro de la creación depende únicamente de nosotros y nosotras, si bien, como humanidad tenemos culpa en muchos aspectos del deterioro de la Tierra, vernos como los salvadores de la creación de Dios en una relación vertical, es una perspectiva distante de las verdades bíblicas.

Recientemente en una visita a una región montañosa en la que habita el pueblo Wiwa (Colombia), conversando con hermanos y hermanas cristianas de distintos pueblos originarios, tramos de poner sobre la mesa algunas afirmaciones que existen también desde nuestras culturas sobre el territorio y las personas que habitan determinados espacios geográficos. Fue hermoso reconocer que en muchas de nuestras culturas se afirma la presencia Divina desde el inicio de los tiempos, en algunas culturas esta presencia es conocida como el Ser Creador y Formador del universo, Ser que nos creó en interdependencia con el territorio, creó al ser humano como parte misma del espacio geográfico.

¿Qué significa para los pueblos originarios reconocerse a sí mismos como territorio? Aunque mis reflexiones se quedan cortas para expresar la profundidad de esta afirmación, algunos pensamientos que puedo compartir son: somos territorio, porque nos alimentamos de lo que se produce en esta porción de tierra, nos constituimos biológicamente por elementos, nutrientes, vitaminas, en común con otros seres vivos de nuestro entorno; somos territorio porque nuestra sensibilidad a ciertos sonidos, como el canto de ciertas especies de aves, el sonido de los riachuelos recorriendo los senderos, el crujido de ciertos animales, forman parte de lo familiar, lo cotidiano, lo normal, esto define mucho de la manera en cómo pensamos y sentimos; somos territorio porque nos visualizamos como un pequeño ser en la inmensa creación de Dios, construyendo viviendas que procuren no alterar y afectar el resto del gran hogar compartido; somos territorio, porque heredamos de los rayos del sol y de nuestros abuelos el color de nuestra piel; porque nuestros brazos, nuestros pulmones, nuestras piernas y corazón, son como son y funcionan de la manera en que funcionan, porque estamos a una altura determinada con una dieta determinada y con actividades que en ese espacio geográfico podemos hacer y por tanto, ser.

¿Estas afirmaciones estarán lejanas de las Escrituras? He pensado mucho en algunos textos bíblicos, como en Isaías, cuando Dios habla sobre la creación de un nuevo cielo y una nueva tierra, vinculado de manera directa a un pueblo feliz, lleno de alegría (Is. 65:17-25). Y de manera cautivante recuerdo también tantos relatos en los que Jesús habló del Reino de Dios usando ejemplos naturales de su propio territorio, es decir, la manera de sentir, de pensar y de vivir, reflejada en las enseñanzas de Jesús, estaba completamente ligada a su entorno familiar, lo cotidiano, su normalidad.

Pensando en esto, quiero hacer la invitación a cuestionarnos, hoy en día con tanto concreto, ante tanta modernidad, ¿cómo es nuestra relación con el entorno que nos forma de manera física, biológica, y, en nuestro sentir y pensar? ¿Qué desafíos vive la iglesia hoy para reconocerse de manera plena como parte del territorio que habita?

Oramos. Querido Dios, Creador y Formador del universo, gracias por hacernos parte de los ecosistemas que creaste, reconocemos que somos interdependientes con toda tu creación, por favor, danos la humildad para ser sensibles a lo que nos rodea, para soñar y reconstruir esa relación armoniosa con el territorio que también nos forma.